Restaurante en Córdoba.
Sociedad Plateros María Auxiliadora.
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Tabernas, lugares mágicos.

Detalle interior de la Taberna Sociedad Plateros de Maria Auxiliadora

Por Alejandro Ibáñez

Tabernas en la historia

Estos lugares de amistad y tertulia permanente fueron concebidos en sus comienzos como punto de encuentro. Históricamente fueron androceos muy reservados, refugio de hombres.

Los romanos sólo consumían vino puro por prescripción médica, lo usual era tomarlo mezclado con agua y miel y más caliente que frío. Era cosa de hombres, a la mujer, como hasta hace poco, se le prohibía entrar en las tabernas y el propio consumo, incluso podía ser causa de divorcio si un marido comprobaba que su esposa había bebido vino. Pese a las leyendas urbanas fueron bastante sobrios, aunque con el emperador Claudio se impone beber en ayunas y tomar vino como aperitivo antes de comer.

Con los visigodos se generalizan las copas de vidrio, por creerse que éstas se quebrarían si la bebida era adulterada, especialmente con venenos. Otra leyenda urbana parecida a las de las bacanales romanas se refiere a Al – Andalus y la prohibición de comer cerdo o beber vino, unas prescripciones religiosas, sin fundamento lógico, científico, médico o terapéutico que no tienen más que una explicación, la naturaleza nómada de los musulmanes al principio. Curiosamente se prohibía la tenencia y el cultivo pero no se conoce ninguna sentencia judicial que condene el consumo.

Las tabernas y taberneras de Córdoba en la época de Alhaken I fueron famosas, sobre todo las de Secunda, al otro lado del río. Uno de los lugares preferidos por los jóvenes musulmanes para beber tranquilos (y dicen que el botellón es una costumbre moderna). Se conocen las costumbres en el beber, tanto al alba, como le gustaba al hijo de Almanzor, Abderramán Sancho, como al anochecer, el modo en el que debía ser servido después de la cena por hermosos muchachos y como había quienes consideraban una pérdida de tiempo esperar mucho para beber.

Uno de los muchos orígenes de las tapas se remonta al siglo XVII, cuando un avispado tabernero sustituyó el plato que se ponía sobre las copas para evitar la caída de las mocas por una rodaja de embutido bien salado que, al ser consumida por el cliente, obligaba a pedir más vino.

Fuente: libro “Ruta gastronómica de la provincia de Córdoba 2009”
Edita: el Día de Córdoba.
Gerente: Miguel Á. Medina.
Director: Luís J. Pérez-Bustamante.
Coordinador: José Manuel Santiago.
Redacción: Alejandro G. Cubeiro y Alejandro Ibáñez.
Diseño libro: Fernando Rivas Roldán.
Fotografía: J. Martínez, Á. Carmona, M. Á. Salas, Ó. Barrionuevo y A. Ibáñez.

 

Cocina con Historia… y cocinar hizo al Hombre. 


Por Alejandro Ibáñez

La cocina de Córdoba se ha formado durante milenios, consecuencia de su capacidad creadora, de su grado de desarrollo económico y social y de las influencias culturales recibidas. El hombre no fue hombre hasta que no cocinó. En su lenta evolución el primer gran descubrimiento que lo diferencia de los animales fue la transformación del alimento, lo que va asociado al dominio del fuego. Hasta entonces, como cualquier animal, vagaba por el territorio, con una gran diferencia, pues aunque lograra encontrar alimentos la mayoría ni los podría masticar y menos ingerir y digerir

Técnicamente era un estómago bípedo que, aunque cazó alguna que otra pieza, sobrevivió durante milenios gracias a las plantas, frutos secos, fruta y carroña. El descubrimiento del fuego, el dominio del principal medio de transformación culinaria de los alimentos, es una hazaña. Es fruto del raciocinio, cualidad que nos distingue de los animales. Era un medio natural en el que había que competir con grandes animales salvajes y el fuego significaría una eficaz defensa, un descubrimiento decisivo para la expansión humana pues, una vez dominado se transporta favoreciendo la exploración y conquista de nuevos territorios.

Siglos después vendría la invención de la cocina al descubrir que un producto, hasta entonces imposible de digerir, suavemente tratado por el fuego podía ser consumido fácilmente. El hallazgo pudo ser casual, tal vez un descuido, y que sentado ante el fuego se le cayese un bocado a las llamas y tras ser recuperado rápidamente experimentara un cambio favorable o tal vez por un simple juego, por experimentación.

Esta primera forma de cocinar fue difícil, a fuego directo, sin apenas útiles, sin vasijas y por tanto sin poder añadir más agua que la que contenían los propios alimentos. Faltaba otro gran invento, el descubrimiento de la cocción que va unido a la aparición de la cerámica. La cocción supone que muchos productos, animales y vegetales, que hasta ahora no se habían podido digerir, pudieran ser metabolizados por el estómago humano y se convirtieran en alimentos. Esta transformación culinaria es una mutación química que se produce en el seno del agua. Cuando se consume se puede ir reponiendo, evita la oxidación de los alimentos y permite mezclar varias materias primas y modificar sus sabores con la adición de condimentos y especias. La combinación de distintos elementos, que luego llamaremos recetas, permite graduar su poder en el sentido de satisfacer el apetito y conservar la energía durante más tiempo. Es decir se produce, a voluntad, lo que conviene comer en cada momento.

Así, a un plato preparado al fuego directo y que ha podido perder todas sus vitaminas, se le añade una guarnición que hace más armónico su poder nutritivo. A la cerámica se sumaron Agricultura y Ganadería, dominar las fuentes de alimentación y no depender exclusivamente de la caza y de la recolección. Fueron la causa de que el hombre dejase de ser nómada, el nacimiento de poblados y ciudades y superar la dependencia del medio al aportar cambios en la nutrición y la inclusión de nuevos alimentos. Sin el descubrimiento de la cocina, el hombre podría haberse extinguido hace miles de años, como otras especies salvajes ya desaparecidas. Con la cocina se aseguró su supervivencia: cocinar hizo al hombre. Cuando el homínido cocinante acampa para comer, también es muy posible que surgiera la palabra, otro importante factor que nos diferencia del medio animal.

Fuente: libro “Ruta gastronómica de la provincia de Córdoba 2009”
Edita: el Día de Córdoba.
Gerente: Miguel Á. Medina.
Director: Luís J. Pérez-Bustamante.
Coordinador: José Manuel Santiago.
Redacción: Alejandro G. Cubeiro y Alejandro Ibáñez.
Diseño libro: Fernando Rivas Roldán.
Fotografía: J. Martínez, Á. Carmona, M. Á. Salas, Ó. Barrionuevo y A. Ibáñez.

Las herencias de nuestra cocina. Córdoba. 


Por Alejandro Ibáñez

Córdoba

Córdoba es considerada por muchos la Capital de la Cultura Gastronómica. Este título puede ser recibido gracias a las recetas que romanos, árabes, fenicios, griegos y cristianos le han regalado.

El fondo de nuestras cacerolas se comenzó a cocer hace unos 2.700 años, con la llegada de griegos y fenicios y con ellos el olivo que los romanos extendieron por nuestro territorio. La cocina mediterránea no podría existir sin el aceite de oliva y sus múltiples funciones en cada plato: da sabor, color y aroma, modifica las texturas, transmite el calor, integra los alimentos, personaliza e identifica un plato y es compatible con todos los sabores. Hasta llegar aquí el aceite de oliva ha “sufrido” mucho.

La influencia culinaria de Roma se conoce muy bien gracias a numerosas fuentes escritas y arqueológicas y, dando de lado algunos excesos ridículo, fue una dieta rica en hidratos de carbono que aportaban harinas, hortalizas y legumbres con los complementos proteicos de la leche, los huevos y la carne y, en menor medida, por las dificultades de conservación y captura, el pescado, que solía mezclarse con queso blanco, y era un buen receptor de plantas aromáticas. Herencia romana pura es el gusto por la carne de cerdo, la más solicitada por sus múltiples formas de prepararse y porque es la que mejor liga con las salsas, a las que, también, eran muy aficionados los romanos.

Curiosamente tenían la costumbre de hervir la carne y después asarla, lo que supone una pérdida de proteínas. Se debía a que rechazaba la sangre animal y cuando hervía la carne la dejaba perfectamente preparada para asarla ya que se prefería la “carne doradita”. Roma llevará el cerdo a su punto más alto, marcando las pautas sobre las reglas para la crianza, matanza y preparación de todos sus productos derivados destacando en la invención de la fórmula, casi mágica, que hizo posible que ciertos productos efímeros pasaran a ser casi eternos, los embutidos.

Para la Gastronomía Andalusí también contamos con abundantes fuentes literarias y arqueológicas que la definen como una cocina oriental que adopta las costumbres hispano-romanas y utiliza productos autóctonos. Su marcado carácter popular nos queda en nuestra inclinación por dulces y fritos. Pan, sopas, potajes y pastas ocuparon un puesto destacado en la alimentación. También abundaban frutas y verduras. La carne se consumía muy troceada, con abundantes especias y bastante vinagre para ablandarla y facilitar la digestión. También fueron muy populares las albóndigas, y la carne de caza, con mucho aceite y ajo. El pescado era un plato de zoco, muy consumido en fritura por las clases populares.

 ¿Qué nos ha quedado de esta alimentación variada, abundante y equilibrada que los cristianos viejos intentaron eliminar tras la Reconquista? Innumerables platos, en general todos aquellos en los que predominan el majado. Esta influencia está muy presente también en los dulces: fritos emborrizados en miel, hojaldres de ajonjolí, masas de harina perfumadas con limón como perrunas, tortas de aceite, alfajores, mazapanes, turrones o pestiños.

Hay dos aspectos curiosos que marcan nuestra cocina. El aceite de oliva y el pescado. La historia del aceite, relacionada con el comercio, la medicina, la iluminación, la cosmética y muy especialmente con la alimentación está muy ligada al mundo romano y a toda la cuenca del Mediterráneo.

Pese a sus reconocidas propiedades y dejando a un lado la mala prensa que le hicieron los obtenidos de semillas, ha tenido más que malas rachas. En la cocina bajomedieval y renacentista tuvo escasa consideración, se reservaba para los días de abstinencia de carne, y su utilización para el pescado y las ensaladas, se convierte en símbolo de penitencia.

Lo habitual era cocinar con grasa de cerdo, signo de cristiano viejo, porque “sin tocino la olla el diablo se la coma”. Como base de salsas no comienza a utilizarse hasta el s. XVII, al que se añaden ajo y cebolla. Las especias, costosas y más difíciles de conseguir entonces, dan paso a una cocina tradicional que, con la excepción del anís, el comino y el azafrán, por su color y propiedades de tónico cardiaco, recurre a las hierbas aromáticas, hierbabuena orégano, perejil, cilantro, e hinojo para de dar color y sabor a sus platos.

Lo mismo ocurre con el pescado, consumido en fritura por las clases populares musulmanas, no aparece en las altas mesas andalusíes para distinguirse de los cristianos que debían consumirlo por obligación religiosa. La carne, signo de riqueza, podía generar violencia y deseo sexual, por lo que la Iglesia Católica la desaconsejaba y prohibía más de 150 días al año entre abstinencias, vigilias y cuaresmas. Comer pescado, al que no se atribuía ninguna propiedad nutriente ni por los médicos, y encima por mandato, parece que fue una de las causas de nuestra ancestral aversión al mismo.

Fuente: libro “Ruta gastronómica de la provincia de Córdoba 2009”
Edita: el Día de Córdoba.
Gerente: Miguel Á. Medina.
Director: Luís J. Pérez-Bustamante.
Coordinador: José Manuel Santiago.
Redacción: Alejandro G. Cubeiro y Alejandro Ibáñez.
Diseño libro: Fernando Rivas Roldán.
Fotografía: J. Martínez, Á. Carmona, M. Á. Salas, Ó. Barrionuevo y A. Ibáñez.

Canal Sur Televisión: Receta de “Puchero de garbanzos y coles” en Andalucía Directo (AD)

 

Canal Sur Televisión: “Bacalao en Cuaresma” de Andalucía Directo (AD). Cuatro formas de cocinar el bacalo en Córdoba.

 

 

 

Canal Sur Televisión: “PLATOS QUE INVITAN AL BUEN TIEMPO, con productos frescos, saludables y económicos” en Andalucía Directo (AD)

 

 

 

 
 
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